LA NATURALEZA DEL PECADO

¿En qué consiste la naturaleza del pecado?

Se debiera tener entendimiento sobre la naturaleza del pecado como un “extraño” elemento que inquietó a todo el universo celestial y contaminó a este planeta terrenal, el cual había sido hecho “bueno en gran manera”, desfigurando la perfecta, armónica y excelsa obra de la Deidad y que, necesariamente, provoca destrucción eterna.

 

Originalmente, el hombre y la mujer fueron perfectamente dotados por su Creador, con suficiente capacidad para desarrollar un pensamiento como entidad especifica e inherente al ser humano, con una voluntad, un querer hacer, un sentimiento, el buscar la verdad como aspecto característico de la máxima complejidad intelectual, para tener conciencia con un saberse de sí mismo y que pueda reaccionar frente a los fenómenos y las cosas que lo circundan, con facultades que le permiten actuar y alcanzar libertad de conciencia, conduciendo el pensamiento hacia el conocimiento y que en el ejercicio de su ingenio, pueda realizar una actividad creadora y productiva.

 

El ser humano fue creado totalmente distinto de todo aquello que lo rodea y especialmente, superior a las condiciones y características naturales e irracionales de los animales, porque estos están totalmente desprovistos de una capacidad que les permita concebir valores, virtudes y moral, pues no tienen conciencia para analizar ni sintetizar; y por supuesto, carecen de reflexión, y sin estar dotados de amplio sentido común.

 

El Creador dotó al ser humano con una santa entidad soberana que en el ejercicio de su libertad, ofrece, una “superior” y “notable” diferencia con el reino animal y la naturaleza de las cosas, lo cual le permite desarrollar una personalidad integrada por un conjunto de cualidades y características que le distinguen como un individuo de la especie humana, conforme a la imagen y semejanza de la Santísima Deidad creadora. (Leer Génesis 1:26-27)

 

Quizás, muchos cristianos no hayan entendido lo ofensivo que es el pecado para el cielo y especialmente, sus consecuencias contaminantes y denigrantes para el hombre y la mujer, llevándolos a la desnudez de su carne y pecaminosa falta de justicia, al someterse bajo un “sortilegio tentador” de una criatura animal muy inferior a ellos y desobedeciendo a su Creador y Señor; es decir, llegaron a postrarse ante un “animal” y esto, degeneró y degradó la santa condición con la que fue creado como ser humano pensante. (Leer Génesis 3:1-6)

 

Todo pecado cometido no tan solo conduce a la degeneración y degradación del ser humano que pierde su santa dignidad original, conduciéndolo humillantemente bajo potestades inferiores, sino que trae consigo la desaparición del “jardín del Edén” y del “Árbol de la Vida” con sus hojas y frutos colmados de sanidad que permiten la subsistencia de los seres creados para no sufrir enfermedades y muerte. (Leer Génesis 1:30 y 2:8-9)

 

A su vez, causó la desunión y destrucción familiar, generando una supremacía personal, con  pretensiones dominantes y esclavizantes del hombre sobre el hombre, convirtiéndolo en un absurdo abyecto, fanático y ciego seguidor del pecado o de otro hombre con características de supuesto “mesías” religioso o político sujeto a un régimen totalitario de esclavitud y sometimiento, que destruye toda resistencia moral con vicios degradantes y pecaminosos, con guerras, persecuciones, extrañamientos y muertes del ser humano creado a imagen y semejanza de su Señor y Dios. Provocando así, que en la familia edénica se cometiera la primera desobediencia a la Palabra de Dios, ocasionado el primer derramamiento de sangre inocente con el asesinato de un ser humano y pérdida del amor entre semejantes. (Leer Génesis 4:8-10)

 

El pecado, a su vez, provocó la maldición de esta agotada tierra con una vegetación abrupta y suelos pedregosos, con desolación y desiertos que limitan la siembra, con destrucción de la floresta natural y fauna, con escases de alimentos sanos y sin agua potable necesaria para la vida y a veces, contaminada de enfermedades que conduce a la muerte del ser humano.

 

Incurrir en el pecado, no es un grato tránsito porque desvía el alcanzar la dignidad requerida para ser un hijo del Dios Altísimo y recordar, que sin santidad “nadie verá al Señor” perdiéndose la vida eterna, porque horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo. (Leer Hebreos 12:14 y 10:31)

 

Este es el principal motivo de la “ira y tristeza celestial” al degenerarse y degradar la perfecta, armónica y excelsa obra creadora de la Deidad: el hombre. Además, impidiéndole la vida eterna.

 

Bendiciones del Señor Jesucristo.

Atentamente,

Rev. Brígido Barrios
Co-fundador de las Sociedades Biblicas en Venezuela.

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