EL TIEMPO DE ANGUSTIA EN RELACIÓN CON SU ORIGEN.

Cada actividad que vemos aquí en la tierra está estrechamente relacionada con el lugar Santísimo del Santuario Celestial.

En los lugares Celestiales todo fue armonía mientras se reconoció a Dios como el Creador y dueño de todo y digno de ser adorado.

Hasta que uno de los seres creados comenzó a reclamar el derecho de ser adorado; de ahí en adelante todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.
2 Timoteo 3:12.

El único motivo para la adoración está en Reconocer que Jehová es Dios: El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos, es decir, en reconocer que el es nuestro Creador. Salmos100:1-3.

Cuando Lucifer se robó ese derecho comenzó el tiempo de angustia, el conflicto se trasladó a la tierra, y cuando Caín no quiso adorar a Dios bajo las reglas establecidas por Dios entonces se levantó contra su hermano y lo mató.

Alguno podría argumentar que sólo uso textos del antiguo testamento para sostener este punto de vista, pero el nuevo testamento sostiene las misma bases. Apocalipsis 4:9-11.

Cuando un satanista comienza a relacionarse mucho con los observadores del Sábado entonces el Sumo Sacerdote se enoja, y amenaza matarlo, y cuando se lo interroga que porque tanta furia entonces responde que los demonios se enojan porque el cuarto mandamiento señala a Dios cómo el Creador de todo y digno de ser adorado.

La observación del Sábado Séptimo día de la semana comienza con un acuérdate, y eso le trae a los demonios recuerdos desagradables, recordándoles que muy pronto van a desaparecer.

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud…..
Eclesiastés 12:1.

No sólo ataca el Sumo Sacerdote satánico si no los demonios también, el mandamiento de Éxodo 20:8-11 contiene el detonante para el tiempo de angustia final cuando esté claramente marcada la línea de división entre los dos grupos. Apocalipsis 13:4.

Entonces los enemigos del hombre serán los de su propia casa.

El (Último) tiempo de angustia

Vi a los santos abandonar las ciudades y los pueblos y juntarse en grupos para vivir en los lugares más apartados. Los ángeles los proveían de comida y agua, mientras que los impíos sufrían hambre y sed. Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre sí, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos. Pero en aquella hora de prueba estaban los santos tranquilos y serenos, esperando en Dios y apoyados en su promesa de que se les abriría un camino de salvación. En algunos puntos los malvados se precipitaron contra los santos para matarlos antes de que venciese el plazo señalado en el edicto; pero ángeles en la persona de guerreros pelearon por ellos. Satanás quería tener el privilegio de exterminar a los santos del Altísimo; pero Jesús ordenó a sus ángeles que velaran por ellos. Dios tendría a honra hacer un pacto con quienes habían guardado su ley a la vista de los paganos circundantes; y Jesús recibiría honra al trasladar sin que vieran la muerte a los fieles expectantes que durante tanto tiempo le habían aguardado.

Pronto vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecían rodeados por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra, y algunos empezaron a temer que Dios los hubiese abandonado al fin para dejarlos perecer a manos de los malos. Pero si sus ojos hubiesen podido abrirse, se hubieran visto circundados por los ángeles de Dios. Después llegó la multitud de los impíos airados, y a poco una masa de ángeles malignos que excitaban a los impíos a que matasen a los santos. Mas para acercarse al pueblo de Dios era preciso que atravesasen por entre la cohorte de ángeles santos y poderosos, lo cual era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder y también rechazaban a los ángeles malos que rodeaban a los malvados.

Fue una hora de tremenda y espantosa angustia para los santos. Día y noche clamaban a Dios para pedirle que los librase. A juzgar por las apariencias no había posibilidad de escapar. Los malvados, saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: «¿Por qué no os libra vuestro Dios de nuestras manos? ¿Por qué no os escapáis por los aires para salvar la vida?» Pero los santos no los escuchaban. Como Jacob, estaban luchando con Dios. Los ángeles deseaban libertarlos; pero habían de esperar un poco más. El pueblo de Dios debía apurar el cáliz y ser bautizado del bautismo. Los ángeles, fieles a su misión, seguían velando. Dios no quería que los paganos insultasen su nombre. Se acercaba el tiempo en que iba a manifestar su formidable poder y libertar gloriosamente a sus santos. Por la gloria de su nombre iba a libertar a todos los que pacientemente le habían esperado y cuyos nombres estaban escritos en el libro.

Se me señaló al fiel Noé. Al desatarse la lluvia y sobrevenir el diluvio, ya Noé y su familia habían entrado en el arca, y Dios había cerrado la puerta. Noé había advertido fielmente a los moradores del mundo antediluviano, mientras ellos se mofaban de él y le escarnecían. Pero cuando las aguas cubrieron la tierra, y uno tras otro los impíos se iban ahogando, veían el arca de la que tanto se habían burlado, flotando con toda seguridad sobre las olas, y preservando al fiel Noé y su familia. Análogamente vi que sería libertado el pueblo de Dios que con tanta fidelidad había anunciado al mundo la ira venidera. Dios no consentiría que los malvados exterminasen a quienes esperaban la traslación y no se sometían al decreto de la bestia ni recibían su marca. Vi que si a los malvados se les permitiese exterminar a los santos, Satanás se alegraría, con sus malignas huestes y todos cuantos odiaban a Dios. Y ¡oh, qué triunfo fuera para su majestad satánica ejercer en la lucha final potestad sobre los que durante largo tiempo habían esperado contemplar a quien tanto amaban! Los que se burlaron de la idea de la ascensión de los santos presenciarán la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarán su gloriosa liberación.

Cuando los santos salieron de las villas y ciudades, los persiguieron los malvados con intento de matarlos. Pero las espadas levantadas contra el pueblo de Dios se quebraron y cayeron tan inofensivas como briznas de paja. Los ángeles de Dios escudaron a los santos, cuyos clamores, elevados día y noche en súplica de liberación, habían llegado ante el Señor.

COLECCIÓN: Espíritu de Profecía
LIBRO: PRIMEROS ESCRITOS
CAPÍTULO: El tiempo de angustia

 

Deja un comentario