Comentario bíblico sobre Hebreos CAPÍTULO 4
1 El reposo de los cristianos se obtiene por medio de la fe. 12 El poder de la
Palabra de Dios. 14 Por medio de nuestro Sumo Sacerdote, Jesús, el Hijo de
Dios, sujeto a nuestras debilidades, pero sin pecado, 16 podemos y debemos
allegarnos confiadamente al trono de la gracia.
1 TEMAMOS, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su
reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.
2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos;
pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que
la oyeron.
3 Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.
4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus
obras en el séptimo día.
5 Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes
primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,
7 otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio
de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.
9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras,
como Dios de las suyas.
11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en
semejante ejemplo de desobediencia.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y
los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas
las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el
Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado.
16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
1.
Temamos, pues.
Esta misma advertencia resuena en 1 Cor. 10: 1-12. Los cristianos, olvidando
su propio y grave peligro, pueden sentirse inclinados a mirar en forma crítica
la torpeza de aquellos hebreos que no pudieron entrar en Canaán, y también a
generaciones posteriores que han fracasado en entrar en el «reposo» espiritual
que Dios preparó para Israel como nación (ver com. Heb. 3: 11). A partir del
cap. 4: 1 el autor procede a aplicar la lección derivada de la historia de
Israel en el desierto a la iglesia cristiana en los tiempos apostólicos. En
principio, los cristianos de hoy corren un peligro semejante y tienen necesidad
de recibir la misma admonición a la fidelidad.
Permaneciendo aún la promesa.
La promesa de entrar en el «reposo» de Dios no había sido retirada debido a los
repetidos errores de Israel. La validez de la promesa permanece y se repite a
cada generación.
Su reposo. Ver com. cap. 3: 11.
Vosotros.
Específicamente los cristianos de origen judío, a quienes se dirigía la
epístola; pero lo mismo es seguramente cierto con todos los cristianos.
No haberlo alcanzado.
Es decir, fracasar como le sucediera al antiguo Israel que no entró en el
«reposo» prometido por Dios. 433
2. Buena nueva.
La frase podría traducirse: «Hemos sido evangelizados como ellos también [lo
fueron]». En los tiempos del AT el Evangelio era «predicado» mediante símbolos
y ceremonias, con ritos y sacrificios, pero era el mismo Evangelio que poco
antes había sido proclamado por Cristo (ver com. Heb. 1: 1-2).
No les aprovechó.
Si los oyentes al «oír la palabra» no la reciben con fe, no pueden beneficiarse
(ver com. Mat. 7: 24-27). La efectividad del mensaje personal que dio Cristo
también fue limitada por la escasa receptividad de sus oyentes. De Nazaret se
dijo: «No hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (Mat.
13: 58). La forma en que actúa este principio está claramente ilustrada en la
parábola del sembrador (ver com. Mat. 13: 3).
Fe. Ver com. cap. 3: 12; 11: 1.
3. Los que hemos creído.
O nosotros los cristianos, especialmente los judíos convertidos que estaban en
la iglesia apostólica.
Entramos.
O «estamos entrando». La invitación aún es válida. Además, algunos están
aceptando la invitación y entran por fe en el «reposo» de Dios.
El reposo.
Es decir, el mismo «reposo» al cual ya se ha hecho referencia en cap. 3: 11,
18; 4 :1 (ver com. cap. 3: 11). El «reposo» en el cual entran los
cristianos-que incluye a los judíos convertidos- es el mismo «reposo»
espiritual al que Dios había invitado a los israelitas a que entraran: el
«reposo» del alma que se produce con la entrega plena a Cristo y con la
integración de la vida al propósito eterno de Dios (cf. Isa. 30: 15; Jer. 6:
16; Mat. 11: 29).
De la manera que dijo.
El autor acaba de afirmar que los creyentes cristianos están entrando uno por
uno en el mismo «reposo» espiritual en el cual tuvo Dios el propósito que
entraran los israelitas de antaño, pero del cual se hallaban ahora excluidos
como nación. Y comenzando desde este punto presenta hasta el vers. 8 la
evidencia sobre la cual basa su conclusión, una conclusión ofensiva para los
judíos inconversos y quizá un enigma para muchos, y acaso para la mayoría de
los judíos convertidos. En el vers. 9 concluye esta sucesión de razonamientos
reafirmando la validez de su premisa principal, a saber: que la admisión al
«reposo» de Dios es ahora por medio de la fe cristiana como antes lo fue por
medio del judaísmo.
El plan del tema de los vers. 3-8 puede resumirse así:
1. Dios había jurado que el Israel literal no entraría en su «reposo».
2. A pesar de todo, las ,»obras» de Dios -aquí su propósito para la humanidad-
estaban «acabadas desde la fundación del mundo». En el principio Dios había
determinado que los hombres entraran en su «reposo»‘; por consiguiente, el
juramento de Dios que excluía al antiguo Israel del «reposo» prometido podría
parecer, a primera vista, una contradicción a su propósito original. ¿El
juramento significa que Dios ha anulado su designio original? ¿O persiste él en
un propósito hasta que lo logra?
3. Para probar que Dios alcanza sus propósitos, el autor se refiere (vers. 4) a
las «obras»‘ de la creación. Dios comenzó a crear este mundo; completó sus
«obras» de creación, y descansó el séptimo día, lo cual testifica que hubo una
creación completa. Nótense las palabras «acabados» y «acabó» en Gén. 2: 1-3 y
el énfasis que se pone en que se trata de algo completo.
4. Se repite el juramento de Dios de que el antiguo Israel no entraría en su
«reposo» (Heb. 4: 5) y se establece un paralelo con el pensamiento del vers. 4,
de que Dios termina lo que comienza a hacer (vers. 4), tal como lo ilustran las
obras terminadas de la creación.
5. Una creación terminada, como lo testifica el descanso de Dios en el séptimo
día de la semana de la creación, es una evidencia de la inmutabilidad de los
propósitos divinos. Esta es la premisa mayor de Pablo. Su premisa menor es el
hecho de que Dios tenía el propósito de que su pueblo escogido entrara en su
«reposo», pero que «aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no
entraron por causa de desobediencia». Esto lo hace concluir que «falta que
algunos entren en él» (vers. 6).
6. Como una nueva evidencia de la validez de su conclusión, el autor se refiere
de nuevo en el vers. 7 a las palabras del Sal. 95 para mostrar que el fracaso
de generaciones anteriores no había alterado el propósito original de Dios, ni
tampoco había anulado la invitación original. Compárese esto con las repetidas
invitaciones al gran banquete (ver Luc. 14: 16-24).
7. En el vers. 8 extrae la conclusión adicional de la observación del vers. 7:
que la mención que hace Dios de «otro día» en el tiempo 434 de David, demuestra
que aunque Josué sí le había dado a Israel «reposo» en la tierra literal de
Canaán (ver com. cap. 3:11), indudablemente no lo había introducido en el
«reposo» espiritual que Dios quería que disfrutara.
8. De acuerdo con el desarrollo del tema presentado en los vers. 3-8, el autor
concluye que es seguro que «queda un reposo para el pueblo de Dios» (vers. 9).
Ira. Ver com. cap. 3: 11.
Reposo.
Ver com. cap. 3: 11.
Aunque.
La relación entre las dos declaraciones unidas por esta conjunción se puede
traducir libremente así: «A pesar del hecho de que sus planes para este mundo
fueron establecidos al comienzo del tiempo, Dios anuló su promesa solemne de
‘reposo’ para Israel en la tierra prometida». Se da por sentado que Dios no
cambia y que llevará a cabo sus planes hasta su plenitud (ver t. IV, p. 36;
Mal. 3: 6). La inmutabilidad de Dios y la anulación de su promesa a Israel
parecen, a primera vista, contradecirse. Lo uno -lo dice el autor
implícitamente- parece incompatible con lo otro. La solución de este dilema se
presenta en Heb. 4: 4-8. La respuesta es que la inmutabilidad del propósito de
Dios no ha sido afectada por la anulación de su promesa a Israel; y la
conclusión se presenta en el vers. 6: «por lo tanto… falta que algunos entren
en él», y en el vers. 9: «por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios».
La explicación del dilema demuestra lo que ya se ha presentado en los vers.
1-3: que Dios ha «anunciado» a los cristianos la «promesa de entrar en su
reposo», al cual se hace referencia como la «buena nueva» (vers. 2), así como
anteriormente lo hizo con el Israel literal, y que los creyentes cristianos
están entrando sin duda en el verdadero «reposo» espiritual de Dios.
Obras.
No es una referencia a las «obras» del mundo natural, sino al propósito y al
plan de Dios para el hombre que llegó a existir en la creación. En otras
palabras, aquí se conciben las «obras» de la creación como que incluyen el
propósito de Dios en la creación de esta tierra y su plan para lograr ese
propósito. En realidad, las «obras» materiales de la creación dependían, sin
duda alguna, del propósito infinito al cual debían contribuir En el vers. 4 se
hace referencia especialmente a las «obras» materiales de la semana de la
creación.
Acabadas.
Gr. gínomai, «llegar a ser». Las obras «vinieron a existir»; fueron
«completadas» o «acabadas» en ese tiempo y, por lo tanto, no estaban sujetas a
una alteración futura. El mundo material, como salió de las manos del Creador,
era un producto perfecto y completo (Gén. 1: 31); y las leyes físicas y
biológicas que gobiernan el mundo material también «estaban acabadas», es
decir, no su jetas a modificaciones o cambios periódicos. Por ejemplo, la
gravedad aún actúa como al principio; y la ley de la genética, por la cual cada
planta y cada animal se reproduce según su género (ver com. Gén. 1: 12), nunca
ha sido revocada o enmendada. La fuerza del argumento de Heb. 4: 3-4 es que el
propósito original de Dios fue, como parte integral de la semana de la
creación, que esta tierra fuera el «reposo» o la «morada» (ver com. cap. 3: 11)
de una raza de seres justos y felices. La entrada del pecado en el mundo no
anuló ese misericordioso propósito, pues el plan de salvación proporcionó un
medio por el cual aún podía alcanzarse el plan original a pesar del pecado.
Por esta razón, el hecho de que la «buena nueva» (vers. 2) no «aprovechó» al
Israel antiguo (vers. 2), y como resultado Dios tuvo que anular la promesa que
le había hecho, no podía alterar su decisión fundamental de que «algunos entren
en él» (vers. 6).
Fundación del mundo.
O sea la creación.
4.
En cierto lugar.
Una cita de Gén. 2: 2.
Séptimo día.
Ver com. Gén. 2: 1-3.
Reposó.
Gr. katapáu, «cesar», «descansar». Este verbo y el sustantivo afín katápausis
denotan cesación de trabajo u otra actividad y el estado o condición de
inactividad que se produce (ver com. cap. 3: 11). La palabra hebrea
equivalente, shabath, que se traduce «reposó» en Gén. 2 :2, el pasaje que aquí
se cita (ver el comentario respectivo), literalmente significa «cesar» de
trabajo o de actividad. Por lo tanto, katapáu y shabath incluyen tanto
cesación de actividad previa como el estado de inactividad que sigue a dicha
cesación. Ambos aspectos de ese significado fueron reales en el «reposo» de
Dios en ese primer día sábado. Cesó de crear y después continuó en un estado
de inactividad en lo que respecta a nuevos actos de creación. las «obras» de la
creación estuvieron completas en todo respecto, y en aquel primer día sábado
-que el Señor estableció como un recordativo de la creación- Dios comenzó su
«reposo» de la 435 creación de la tierra. En lo que respecta a nuestro mundo,
Dios nunca ha reiniciado la obra de crear de la cual cesó entonces, y tampoco
ha anulado o modificado las leyes que estableció para gobernar el mundo
natural. El autor de Hebreos enfoca la atención sobre la creación -incluso del
mundo natural, de las leyes que lo gobiernan, del hombre, y del propósito de
Dios para él y para el mundo- como un acto completo no sujeto a revisiones
posteriores. El énfasis que se hace aquí es en la cesación de Dios de una
actividad creadora posterior.
El sábado de la semana de la creación fue también el primer día completo de la
vida de Adán. Sus experiencias en ese día fueron un anticipo del «reposo»
eterno que le estaba reservado si permanecía leal a Dios. Nuestra observancia
del séptimo día de la semana como día de reposo, testifica de nuestra fe en el
Dios verdadero como el Creador de todas las cosas, y es una expresión visible
de esa fe. También testifica de nuestro deseo de vivir en armonía con su gran
propósito eterno para este mundo implícito en la creación de esta tierra y del
hombre para que viviera en ella- y del propósito divino para nosotros como
individuos. Ver com. Exo. 20: 8; Eze. 20: 12, 20; Isa. 58: 13. Así como
permanece inmutable el propósito original de Dios para este mundo -su
«reposo»-, de la misma manera permanece inmutable el día de reposo o séptimo
día, el día de «reposo» que él estableció como un recordativo de la creación
para que no olvidáramos su propósito al crear este mundo. Por eso la
observancia del reposo del séptimo día testifica no sólo de la fe en Dios como
Creador de todas las cosas, sino también de la fe en su poder para transformar
la vida y hacer idóneos a los seres humanos para que entren en ese «reposo»
eterno que originalmente fue para los habitantes de esta tierra. De modo que
el sábado da testimonio tanto del poder creador como del poder santificador de
Dios, y su observancia es un reconocimiento de fe en su poder para crear y
volver a crear, o santificar la vida de los seres humanos.
Todas sus obras.
En Gén. 2: 2 se hace referencia a las «obras» creadas en el mundo natural como
se describen en el capítulo anterior.
El séptimo día.
Ver com. Gén. 2: 1-3.
5.
Otra vez.
Se repite por tercera vez esta cita (cf. cap. 3: 11; 4: 3). Todo este tema
(cap. 3: 7 a 4: 10) gira alrededor de que Dios retiró su invitación a entrar en
su «reposo». Esta cita de Sal. 95: 11 se yuxtapone en Heb. 4: 4 a la de Gén. 2:
2 para poder explicar el significado de la referencia en los vers. 3 y 4 al
«reposo» de Dios en el séptimo día de la semana de la creación. El autor
introduce la referencia a que las «obras» de Dios han sido «acabadas» (ver com.
vers. 3) y al hecho de que el Señor «reposó» (vers. 4.), para probar que el
retiro de su promesa al antiguo Israel no fue algo absoluto. En otras
palabras, la promesa no fue retirada completamente de todos los seres humanos
sino sólo de los que «no entraron por causa de desobediencia» (vers. 6).
Aquí.
Es decir, en Sal. 95: 11.
Reposo.
Ver com. cap. 3: 11; cf. com. cap. 4: 4.
6.
Por lo tanto, puesto que.
En el vers. 6 se presenta la conclusión a que se llega en el tema de los vers,
3-5.
Falta.
Gr. apoléipo, en voz pasiva «ser dejado», «quedar»; «queda» (NC). La promesa
de entrar en el «reposo» de Dios todavía es válida aunque fuera retirada al
antiguo Israel.
Que algunos entren.
A pesar de la obstinación de los «que no pudieron entrar a causa de
incredulidad» (cap. 3: 19), finalmente tendrá éxito el plan original de Dios
para esta tierra de ser habitada por una raza de seres justos y felices. Pero
los que lo hagan, deben entrar por fe en el «reposo» espiritual de Dios, el
reposo del alma liberada del pecado y de sus propios esfuerzos para salvarse.
Aquí se hace referencia al «reposo» del alma (ver com. cap. 3: 11).
En él.
Es decir, en el «reposo» del alma.
Aquellos a quienes.
Ver com. vers. 2.
Primero se les anunció.
O sea la primera proclamación de la invitación evangélica mencionada en el
vers. 2.
No entraron.
La generación de israelitas que salieron de Egipto «no entraron» en la tierra
de la promesa, y los que entraron en la Canaán literal nunca entraron, como
nación, en el «reposo» espiritual que Dios tenía para ellos (ver com. cap. 3:
11; t. IV, pp. 32-36).
Por causa de desobediencia.
Ver com. cap. 3: 19.
7.
Otra vez.
En los vers. 7 y 8 el autor añade otro punto para probar su argumento de que
permanece un «reposo» para el pueblo de Dios.
Determina.
Dios es el que lo «determina» hablando a Israel por medio de David. 436
Un día.
Dios determinó el reinado de David como otro tiempo apropiado para que Israel
entrara en su «reposo» (ver t. IV, p. 33). En el texto griego es evidente que
«hoy» (semeron)se refiere a «un día». «Vuelve a señalar un día, ‘hoy’ » (BJ);
«de nuevo determina un día, ‘hoy’ » (BC).
Después de tanto tiempo.
No es parte de la cita de Sal. 95: 7-8. Entre la época de Josué y la de David
transcurrió «tanto tiempo», más de tres siglos.
Por medio de David.
O en uno de sus salmos: el 95 (ver com. Heb. 3: 7-8). Cf. Rom. 11: 2.
Como se dijo.
Mejor «como se ha dicho antes» (BA); es decir, en un pasaje anterior (cap. 3:
7, 15).
Hoy.
Ver com. cap. 3: 7. La promesa de Dios de que entrarían en su «reposo»
espiritual, originalmente extendida a los israelitas cuando salieron de Egipto,
permanecía aún válida siglos después de que fuera hecha. Aunque a partir de
entonces había sido siempre descuidada o rechazada por sucesivas generaciones,
aún era válida en los días de David. Además, la invitación de Dios para los
israelitas en los días de David, prueba (cap. 4:8) que Josué no había
introducido a Israel en el «reposo» espiritual que Dios tenía para ellos como
nación (ver com. cap. 3: 7).
El «día» de salvación ha sido un día largo. Comenzó cuando Adán cayó, y
terminará con la conclusión del tiempo de gracia para la humanidad. Los
pecadores le han dado a Dios abundante motivo para que termine el «día» de la
gracia (cf. PP 80; DTG 28); pero él es «misericordioso y piadoso… y grande
en misericordia» (Exo. 34: 6). No quiere «que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3: 9).
8.
Porque si.
Por lo afirmado en el vers. 7 acerca de la renovación de la invitación para
entrar en el «reposo» de Dios en el tiempo de David, se llega a la conclusión
de que Josué no había dado «reposo» a Israel. Si hubiesen entrado en el
«reposo» espiritual que Dios les brindaba como nación en los días de Josué,
Dios no les hubiera repetido su invitación en los días de David más de tres
siglos más tarde.
Les hubiera dado el reposo.
Josué le dio «reposo» literal a Israel o lo introdujo en Canaán, lo comandó en
una conquista de éxito y en su establecimiento en una gran parte del territorio
del país (ver t. II, pp. 44-46); pero no lo condujo al «reposo» espiritual que
Dios le tenía reservado porque no estuvieron dispuestos a entrar (ver com. cap.
3: 11).
Hablaría.
Una referencia a Sal. 95: 7-11.
Después.
Después de los días de Josué, en los días de David.
Otro día.
El «día» de David, lo que es evidente por el vers. 7 (ver el comentario
respectivo). En los días de David y Salomón Israel poseía toda la tierra de
Canaán, lo cual es una evidencia de que el «reposo» que aquí se menciona no era
la ocupación de Canaán sino la gloriosa misión que Dios quería que desempeñara
la nación hebrea (ver t. IV, pp. 28-32).
9.
Por tanto, queda.
Ver com. vers. 6. En el vers. 9 se presenta la conclusión a la cual se aludió
en el vers. 6, la cual se dedujo de una serie de razonamientos que comienzan en
el vers. 3 con el fin de probar la premisa de los vers. 1 y 3. Esos
razonamientos pueden resumirse así:
1. El «reposo» de Dios como originalmente le fue prometido al antiguo Israel,
incluía: (a) un establecimiento permanente en la tierra de Canaán, (b) una
transformación de carácter que haría de la nación un adecuado representante de
los principios del reino de Dios, y (c) haría de ellos el agente escogido de
Dios para la salvación del mundo (ver t. IV, pp. 28-32; com. cap. 3: 11).
2. La generación a la cual originalmente fue hecha la promesa del «reposo»,
fracasó; no entró en Canaán debido a «incredulidad» (ver com. cap. 3: 19) y
«desobediencia» (cap. 4: 6).
3. Josué presidió a la siguiente generación en la entrada a la tierra que se
les había prometido (ver com. cap. 3:11), pero como eran espiritualmente duros
de cerviz no pudo hacerlos entrar en el «reposo» espiritual que Dios quería que
disfrutaran (ver com. cap. 4: 7-8).
4. La misma promesa fue repetida en los días de David (vers. 7). Esto
demuestra que Israel aún no había entrado en el «reposo» espiritual, y también
que su fracaso en los días de Moisés y de Josué no había invalidado la promesa
original.
5. Es seguro el cumplimiento final de los propósitos de Dios a pesar del
fracaso de sucesivas generaciones (ver com. vers. 3 y 4).
6. El autor suplica fervientemente al pueblo de Dios de los días apostólicos
que entre «en aquel reposo» (vers. 11, 16). Es una comprobación 437 más de que
continuaba la validez de la invitación y de que el pueblo de Dios no había
entrado en conjunto en ese «reposo» ni aun en los tiempos apostólicos.
7. En conclusión, continúa la validez de la promesa de entrar en el «reposo»
espiritual de Dios (vers. 6 y 9), y los cristianos deben procurar «entrar en
aquel reposo» (vers. 11).
Debe notarse que el «reposo» que queda en los tiempos del cristianismo es el
mismo «reposo» espiritual prometido originalmente a Israel (ver com. vers. 3).
Es evidente que si «queda» es porque antes existió.
Reposo.
Gr. sabbatismós, «descanso de sábado», «reposo sabático». Esta es la única vez
que aparece esta palabra en la Biblia. No aparece en los escritos
extrabíblicos sino en una obra de Plutarco (Moralia, 166A) y en escritos de los
siglos II y III. Por esto algunos han pensado que el autor de Hebreos pudo
haber acuñado la palabra. Sin embargo, el sentido no es discutido. La
derivación de Sabbatismós es clara. En el AT se emplea 70 veces el verbo
shabath, «cesar» o «reposar». De esas veces, 7 tienen que ver con reposar el
día sábado; las restantes 63 se refieren a otras formas de cesar o reposar
Como ejemplos de este segundo uso, pueden citarse: Gén. 8: 22; Jos. 5: 12; Neh.
6: 3; Lam. 5: 14; Isa. 14: 4; 24: 8; 33: 8. El sustantivo shabbath, derivado
del verbo shabath, significa «reposo» o «día de reposo», y aparece en el AT 101
veces. Generalmente designa el día de reposo semanal, el séptimo de la semana,
o sea sábado. De tener un sentido general, «reposo», pasó a tener un sentido
específico, «sábado». También se emplea la palabra shabbath para referirse a
la semana, un período de siete días que concluye con el sábado. En algunos
casos, se usa shabbath como designación del año sabático, el año cuando la
tierra debía descansar (Lev. 25: 6; 26: 34, 43; 2 Crón. 36: 21). Un derivado
de shabbath, la palabra shabbathon, se usa 10 veces, generalmente en la
construcción shabbath shabbathon, a veces traducida como «sábado de reposo» en
la RVA. Designa por lo general a las «fiestas sabáticas»: el día de la
expiación (Lev. 16: 31; 23: 32); la fiesta de las trompetas (Lev. 23: 24); al
primero y último día de la fiesta de los tabernáculos (Lev. 23: 39). También
se aplica al año sabático (Lev 25: 45) y al día de reposo semanal (Exo. 16: 23;
31: 15; 35: 2). La LXX, en idioma griego, emplea la palabra sábbaton para
designar al sábado, día de reposo semanal. También se usa sábbaton en el NT,
aunque a veces tiene la forma plural sábbata con sentido singular (ver com.
Mat. 28: 1 y Col. 2: 16). Siempre se refiere al día sábado o a la semana,
período de siete días que culmina con el sábado.
El verbo griego sabbatíz, «sabatizar», si se quiere, o mejor, «guardar el
sábado»; deriva de sábbaton. No aparece en el NT. Se usa siete veces en la
LXX como traducción de shabath, «cesar», «descansar». Una vez se refiere a
reposar el sábado semanal (Exo. 16: 30); una vez a reposar el día de la
expiación (Lev. 23: 32); cinco veces se relaciona con el reposo de la tierra
durante el año sabático (Lev. 26: 34-35; 2 Crón. 36: 21).
La palabra sabbatismós, «descanso sabático», deriva de sabbatíz. Es evidente
su derivación del original hebreo shabath, «cesar». Pero su derivación más
cercana es de sábbaton, «sábado», por lo cual refleja mejor el contenido de esa
palabra que el del original hebreo shabath. Por esto, el sentido de
sabbatismós es claro: «descanso de sábado» o «reposo sabático».
Hasta aquí, el autor de Hebreos ha usado el verbo katapáuo y el sustantivo
katápausis para referirse al descanso al cual deben aspirar sus lectores (cap.
4: 1, 3-4, 5, 8). Este es el reposo de Dios, al cual los israelitas bajo Josué
no entraron, pero que todavía está abierto a los que creen. Katapáuo y
katápausis se usan en el AT como traducción de shabath, «cesar». Son palabras
ricas en sentido. Pero en el vers. 9, se usa una nueva palabra: sabbatismós,
«reposo sabático», que aunque sinónima de la primera, tiene un contenido más
amplio que el de katápausis.
Sabbatismós, que se refiere específicamente al descanso «sabático», sugiere un
reposo especial, no sólo la cesación de las actividades. Este reposo que Dios
promete a los fieles tiene, como el día sábado, ribetes de bendición (Gén. 2:
2-3; Isa. 58: 13-14), de redención (Deut. 5: 15) y de santificación (Eze. 20:
20). El descanso que ofrece Dios es el que cada semana miran por la fe los que
observan el día de reposo ordenado por Dios. Este texto sugiere la importancia
cósmica del día sábado, como símbolo del reposo eterno que Dios quiere que
tengan los suyos.
Corresponde notar que en el vers. 3, el autor insta a que «entremos» al
descanso, como si no hiciera falta esperar a la eternidad para gozar del reposo
que Dios ofrece. El reposo 438 simbolizado por el «reposo sabático» es el
reposo de la gracia (ver Material Suplementario de EGW, com. Heb. 4: 9; cf.
CS 295). Ese es el «verdadero reposo de la fe» (DMJ 9).
Entramos en el «reposo» de Dios cuando consideramos a Jesús (cap. 3: 1) y
escuchamos su voz (cap. 3: 7, 15; 4: 7), cuando depositamos nuestra fe en él
(cap. 4: 2-3), cuando desistimos de nuestros propios esfuerzos para ganar la
salvación (vers. 10), cuando retenemos nuestra profesión (vers. 14) y cuando
nos acercamos al trono de la gracia (vers. 16). Los que quieran participar de
esta experiencia deben librarse de un «corazón malo de incredulidad» (cap. 3:
12), deben dejar de endurecer su corazón (cap. 3: 8, 15; 4: 7), y deben
esforzarse por entrar en el «reposo» de Dios (cap. 4: 11). Los que entren en
el «reposo» de Dios retendrán su «profesión» (vers. 14). Se acercarán
«confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro» (vers. 16).
Algunos han pensado que en este pasaje Pablo indica que los cristianos deben
dejar de guardar el sábado semanal, propio de los judíos, y pensar, en cambio,
en entrar en el reposo cósmico y espiritual de Dios. Esta interpretación
carece de base. El pasaje simplemente emplea una figura, la del reposo de
sábado, con todas sus bendiciones y símbolos, para ilustrar la idea del reposo
de Dios. La epístola a los Hebreos está dirigida a quienes observaban el
sábado y gozaban de sus bendiciones. Este texto contiene una invitación a los
cristianos hebreos de darle al reposo sabático semanal una amplitud mayor, a
saber, reconocerlo como un símbolo claro del reposo eterno que Dios promete.
Esta misma invitación es para los cristianos observadores del sábado en el
siglo XX.
Pueblo de Dios.
Es decir, los cristianos que ahora son el pueblo escogido de Dios como lo fue
antiguamente el pueblo de Israel (Exo. 19: 5-6; 1 Ped. 2: 9-10; ver t. IV, pp.
37-38).
10.
El que ha entrado.
Mejor «quien entró; es decir, cualquiera del «pueblo de Dios» (vers. 9). La
sintaxis griega aclara que algunos ya entraron en el «reposo» de Dios.
Reposo.
Gr. katápausis (ver com. cap. 3: 11), que es diferente de sabbatismós (vers.
9); sin embargo, el contexto demuestra que ambos vocablos se refieren a lo
mismo (ver com. vers. 9). Es evidente que el «reposo» que queda (vers. 9) es
el mismo «reposo» del vers. 10, en el cual entra el creyente cristiano.
La conjunción causal «porque» del vers. 10 une dos oraciones o elementos
análogos, hace que el vers. 10 dependa del vers. 9 y también la conclusión a la
cual se llega.
También.
Es decir, además de Dios o en la misma manera.
Ha reposado.
Gr. katapaú, el mismo verbo que se traduce como «reposó» en el vers. 4 y «dado
el reposo» en el vers. 8 (ver com. cap. 3: 11). Aunque la traducción «ha
cesado» (VM) oscurece la relación entre esta afirmación y otros casos en que
aparecen katapaú y katápau, y katápausis en los cap. 3 y 4, sin embargo
corresponde con más propiedad con el pensamiento del vers. 10 porque destaca la
idea de cesación de «obras» más que de continuar en un estado de «reposo»
después de esa cesación.
Sus obras.
Al entrar en el «reposo» de Dios -que significa confianza en la gracia
salvadora de Jesucristo-, el cristiano necesariamente ya ha «cesado» de tratar
de alcanzar la justicia por sus propias obras. El autor también puede tener en
cuenta el «reposo» cristiano de las «obras» del pecado, obras que impidieron
que entraran en la tierra prometida los israelitas que fueron liberados de
Egipto, y que más tarde le cerraron el paso a otras generaciones para que no
entraran en el «reposo» espiritual de Dios (ver com. cap. 3: 8-9; 4: 8).
11.
Procuremos.
«Seamos celosos», «hagamos todo esfuerzo». Para entrar en el «reposo» de Dios
es necesario hacer esfuerzos diligentes, determinados.
Pues.
Los vers. 11-16 equivalen a una aplicación práctica del principio establecido
en el tema presentado en los cap. 3: 7 a 4: 10 que «queda un reposo para el
pueblo de Dios» (vers. 9). Esta aplicación práctica a la vida cristiana consta
de una triple exhortación: (1) a trabajar para entrar en el «reposo» de Dios,
cap. 4: 11; (2) a retener «nuestra profesión», vers. 14; y (3) a acercarnos
«confiadamente al trono de la gracia», vers. 16. El que haga caso de esta
admonición disfrutará del «reposo» del alma que Dios quiere que experimente en
esta vida cada cristiano sincero.
Reposo.
Gr. katápausis (ver com. cap. 3: 11).
Para que ninguno.
El que se esfuerza de todo corazón para «entrar en aquel reposo», evita el
abismo de incredulidad en que cayó el antiguo Israel.
Caiga.
Lo opuesto a entrar. Si los antiguos 439 israelitas «cayeron en el desierto»
(cap. 3: 17), quiere decir que habían salido de Egipto con el propósito de
entrar en la tierra prometida. Cuando un hombre no alcanza el «reposo» de
Dios, se deduce que una vez tuvo el propósito de entrar en él. Los cristianos
tibios de hoy día son los que caen ahora «en semejante ejemplo de
desobediencia». En la parábola del sembrador hay claras advertencias acerca de
esta dificultad (ver com. Mat. 13: 5-7).
Semejante ejemplo.
Es decir, el ejemplo de elección del antiguo Israel y su destino: primero en
Cades-barnea y posteriormente cuando se estableció en la tierra prometida.
Desobediencia.
Ver com. cap. 3: 19.
12.
Porque.
A primera vista parece que los vers. 12 y 13 no tuvieran relación directa con
el tema de los cap. 3 y 4; sin embargo, como lo indica la conjunción causal
«porque», hay una estrecha y lógica relación. Los vers. 12 y 13 explican cómo
evitar el caer en desobediencia (vers. 11) y cómo cesar de las «obras» propias
(vers. 10), y presentan el medio que Dios ha proporcionado para capacitar a sus
hijos a fin de que entren en su «reposo».
Palabra.
Gr. logos (ver com. Juan 1: 1). La «palabra» a la cual se hace referencia es
la misma que fue «anunciada» tanto al antiguo Israel como a los cristianos, y
fue oída por ambos (Heb. 4: 2), especialmente en cuanto a la invitación para
entrar en el «reposo» de Dios. Como es claro en el vers. 2, esta «palabra» se
hace equivaler con el mensaje de la «buena nueva»; y en sentido más genérico,
la «palabra» del vers. 12 podría pensarse que incluye todos los escritos del
Canon Sagrado, pues toda la Biblia es la «Palabra» de Dios y presenta la «buena
nueva» de Jesucristo.
Viva.
Se necesita una fuerza viviente y activa para crear en el hombre un corazón
nuevo y renovar un espíritu recto dentro de él (cf. Sal. 51: 10). La
«palabra» de Dios es viva, imparte vida. Así sucedió en la obra de la creación
(Sal. 33: 6, 9) y así sucede en la nueva creación de la imagen de Dios en el
alma del hombre. Cristo, la Palabra encarnada (o «Verbo»), también tiene vida
en sí mismo (Juan 1: 4, 12; 5: 26). La «palabra de Dios» es la fuerza que da
poder en y para la conversión. El cristiano renace «por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre» (1 Ped. 1: 23).
Eficaz.
Gr. energes «efectiva», «activa», «poderosa» (cf. com. 1 Cor. 12: 6). La
palabra «energía» deriva de energes. En la «palabra» de Dios hay poder para
transformar a pecadores en santos.
Más cortante.
En el resto del vers. 12 se explica por qué es tan cortante esa espada. La
«palabra» de Dios es viva, eficaz y cortante: puede cumplir plenamente su obra
en beneficio de la humanidad (ver Isa. 46: 10; 55: 10-11).
Espada de dos filos.
Ver Efe. 6: 17; com. Apoc. 1: 16.
Penetra hasta partir.
Mejor «penetra hasta la división del alma y del espíritu» (BA, BC, NC);
«penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu» (BJ).
El alma y el espíritu.
Gr. psuje, «alma», «vida» (ver com. Mat. 10: 28) y pnéuma, «espíritu»,
«aliento» (ver com. Luc. 8: 55). Esta expresión y «las coyunturas y los
tuétanos» se usan en sentido figurado. La división entre «el alma y el
espíritu» y «las coyunturas y los tuétanos» describe hasta dónde penetra la
«palabra» de Dios. El valor de esta figura de lenguaje radica en que «vida» y
«aliento» son, por lo menos para los propósitos prácticos, inseparables.
Las coyunturas y los tuétanos.
Es de presumir que en la figura de lenguaje también sean prácticamente
inseparables.
Discierne.
Gr. kritikós, «capaz de discernir», «capaz de juzgar», «capaz de discriminar»;
es decir, que posee la facultad de discernimiento o discriminación. La palabra
«crítica» deriva de kritikós. Mediante una respuesta favorable a la impresión
hecha en la conciencia por la «palabra» de Dios, el sincero cristiano evita
caer en «desobediencia», abandona sus propias «obras» y entra en el «reposo» de
Dios (vers. 6, 10-11; cf. cap. 3: 10, 12).
Los pensamientos y las intenciones.
O «pensamientos y motivos»; «sentimientos y pensamientos» (BJ, BC). Como una
espada cortante que separa «coyunturas» y «tuétanos», los claros principios de
la «palabra de Dios» disciernen entre buenos y malos pensamientos, entre
motivos correctos e incorrectos.
Corazón.
Es decir, la mente.
13.
Cosa creada.
Sin duda se trata del hombre del vers. 12, cuyos pensamientos y motivos han
sido juzgados por la «palabra» de Dios. Los hombres pueden juzgar teniendo en
cuenta únicamente las palabras de otro y sus hechos; pero la «palabra» de Dios
penetra mucho más allá de las palabras y acciones 440 humanas; llega hasta el
lugar donde se originan y juzga teniendo en cuenta lo que ocurre en la mente.
«El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón»
(1 Sam. 16: 7).
No sea manifiesta en su presencia.
O quede «oculta delante de él». Nadie puede ocultarle a Dios sus pensamientos
y motivos. No importa cómo intente hacerlo, es imposible huir de Dios (cf.
Sal. 139: 7-10).
Todas las cosas.
Es decir, los pensamientos y motivos de cada hombre.
Desnudas y abiertas.
O «descubiertas y expuestas». Nada puede ocultarse de la presencia de Dios.
Aquel a quien tenemos que dar cuenta.
La comprensión de que debe dar cuenta de las palabras y los hechos ante un Juez
que todo lo discierne, puede hacer sensato al pecador más endurecido. Este
conocimiento debería impulsar a quien se llama cristiano a prestar la más
completa atención a sus pensamientos y motivos. Cf. Rom. 14: 10-12; 2 Cor. 5:
10.
14.
Por tanto.
Es decir, en vista de que «la palabra de Dios» discierne la naturaleza de los
pensamientos y motivos de un hombre y que nada concerniente a nosotros está
oculto de Dios (vers. 12-13), y más particularmente porque tenemos un «sumo
sacerdote» compasivo y que simpatiza con nosotros, y que sufrió los mismos
problemas que tenemos que enfrentar (cap. 2: 17; 4: 15).
Sumo sacerdote.
Ver com. cap. 2: 17. Cristo como nuestro gran Sumo Sacerdote es el tema de
Hebreos (ver p. 404). Después de presentarse a Cristo en esa función (cap. 3:
1), los cap. 3 y 4 desarrollan el concepto de nuestra necesidad de su
ministerio en los atrios celestiales y de la experiencia del «reposo» del alma
que se alcanza cuando nos apropiamos de ese ministerio. Los cap. 5- 10 tratan
diversos aspectos del ministerio de Cristo a nuestro favor. El sistema
cristiano de salvación por la fe tiene su centro en la persona de Cristo como
nuestro gran Sumo Sacerdote.
Traspasó.
Literalmente «que ha pasado a través»; «penetró» (BJ, NC). Significa sin duda
alguna que pasó a través del cielo atmosférico y el estelar. Ver Hech. 1: 9;
cf. com. Gen.: 8.
Jesús.
Ver com. Mat. 1: 1 .
Hijo de Dios.
Ver com. Luc. 1: 35; Juan 1: 14; 3: 16.
Retengamos.
Gr. kratéo, «aferrarse», «conservar», como si se tratara de la propia vida.
Cristo es digno de toda nuestra fe y nuestra confianza, y no debemos permitir
que nada se interponga entre nosotros y él (ver com. Rom. 8: 38-39). Ver com.
Mat. 24: 13; Heb. 10: 35- 36.
Nuestra profesión.
Ver com. cap. 3: 1.
15.
Compadecerse.
Gr. sumpathéo, «simpatizar», literalmente «sufrir o padecer junto con». Cristo
simpatiza completamente con el cristiano sincero que tiene que enfrentarse a
menudo con problemas y dificultades, porque él sufrió en su propia naturaleza
humana -pero sin pecar- las debilidades que son inherentes al género humano.
Uno de los propósitos de la encarnación fue que la Deidad se acercara tanto a
la humanidad, que pudiera experimentar las mismas debilidades y problemas de
los cuales participamos nosotros. Cuando Cristo lo hizo, quedó capacitado para
llegar a ser nuestro Sumo Sacerdote y representarnos ante el Padre.
Debilidades.
La forma negativa en que se expresa esta declaración la destaca aún más de lo
que hubiera hecho una declaración afirmativa.
En todo.
O en toda clase de tentaciones. En cuanto a algunas de las formas en que fue
tentado Jesús, ver com. Mat. 4: 1-11, cf. DTG 638-644. En una forma
misteriosa que no podemos comprender, nuestro Señor soportó todo el peso de
cada tentación imaginable que «el príncipe de este mundo» (Juan 12: 31) pudo
poner sobre él, pero sin que en el menor grado, ni aun con un pensamiento,
cediera ante cualquiera de ellas (ver Juan 14: 30). Satanás no encontró en
Jesús nada que obedeciera a sus astutas tentaciones (ver DTG 98; com. Heb. 2:
18).
Según nuestra semejanza.
En todos los respectos -excepto en el pecado- se hizo uno con nosotros (ver t.
V, pp. 895-896; com. Fil. 2: 6-8).
Sin pecado.
Aquí radica el insondable misterio de la perfecta vida de nuestro Salvador. La
naturaleza humana fue conducida por primera vez a la victoria sobre su
tendencia natural al pecado, y a causa de la victoria de Cristo sobre el pecado
nosotros también podemos triunfar sobre él (ver com. Rom. 8: 1-4). En él
podemos ser «más que vencedores» (Rom. 8: 37), pues Dios «nos da la victoria
por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor. 15: 57) tanto sobre el pecado
como sobre su paga o consecuencia: la muerte (ver com. Gál. 2: 20). 441
16.
Acerquémonos, pues.
En el vers. 16 se presenta la conclusión práctica de todo el desarrollo del
pensamiento presentado en los cap. 3 y 4. El «reposo» de la gracia de Dios
queda para el pueblo de Dios (vers. 9), «acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia».
Confiadamente.
Gr. parresía, que se traduce como «confianza» en cap. 3: 6 (ver el comentario
respectivo; cf. cap. 10: 35). Nos acercamos con confianza no porque Dios tenga
una deuda con nosotros, sino porque él ofrece gratuitamente su gracia a todos
los que la buscan.
Trono de la gracia.
Esto es, un trono que se caracteriza por la calidad de la gracia que ofrece
(ver com. Rom. 3: 24; 1 Cor. 1: 3). El cristiano tiene la máxima oportunidad
del libre acceso «al trono de la gracia» de un Padre amante, en vez de hacer
vanos y difíciles intentos para ganar la salvación por medio de un riguroso
cumplimiento del sistema legal del judaísmo o de cualquier otro sistema de
justificación por las obras.
Obtener misericordia.
O un seguro perdón de los pecados (ver com. Juan 1: 9). Delante del trono del
juicio todos hallarán una estricta justicia no atemperada por la misericordia.
La única esperanza del pecador es la misericordia de Dios que se ofrece
mientras dure el tiempo de gracia.
Gracia.
Gr. járis (ver com. Juan 1: 14; Rom. 1: 7; 3: 24; 1 Cor. 1: 3).
Para el oportuno socorro.
O sea en el tiempo de la tentación. Necesitamos la gracia para soportar las
penas y los sufrimientos, y también para vencer la tentación. El que cultiva
el hábito de presentarse cada día ante el «trono de la gracia» para recibir una
nueva y fresca porción de la misericordia y de la gracia de Dios, entra en el
«reposo» del alma que Dios proporciona a todo creyente fiel.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
3 Ed 126; PP 107
7 FE 335, 367; PVGM 223
9 1JT 48; MeM 369; PE 31
9- 10 DTG 177; 1JT 496
10-12 PE 25
11 2JT 306
12 Ev 112, 114, 175, 247, 506; FV 338;
HAp 449; 3JT 155; OE 282, 339, 369,
397; 2T 560; 8T 55; TM 144
12-13 CH 412; 1JT 548, 588; 2JT 38; NB
354; 3T 82; 4T 583; TM 463
13 DMJ 60, 85; Ed 249; 1JT 56; 3JT 267;
MeM 10; PP 217, 780; PR 188; 1T 468;
4T 646; 5T 485
14-16 DTG 138; HR 159; TM 20, 355
15CC 36, 93; CH 528; CS 469; DTG 16,
296, 354; Ed 74; FE 106, 276; 1JT 141,
218, 233, 476; 2JT 115-116, 135; MC
47, 121, 193, 331; MeM 301, 309; MJ
163; MM 19; OE 281; 2T 313,438,509;
3T 371; 4T 294; 5T 422, 639, 649; 8T
287; Te 107; TM 187, 391; 5TS 182
15-16 CS 395; 2T 509
16 CN 490; 3JT 91
Leer más: https://comentario-biblico-adventista.webnode.es/products/hebreos/
Compilado: