Los 10 diez días de tribulación

23 de Febrero del 303 de nuestra era: En cumplimiento con la profecía de Apocalipsis 2: 10, comienza la
persecución por orden del emperador Diocleciano contra los cristianos. Es la más terrible de todas las persecuciones, con una duración de diez años. Diocleciano emitió un edicto que ordenaba la destrucción de iglesias, la confiscación de propiedades cristianas y la detención y tortura de aquellos que se negaran a renunciar a su fe. Estas persecuciones formaron parte de una serie de medidas en todo el Imperio Romano conocidas como la «Gran Persecución» o la «Persecución de Diocleciano«.


Apoc. 2:10
No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

Vas a padecer.
O “estás por padecer”. La iglesia de Esmirna había sido indudablemente importante blanco de las calumnias de los judíos, pero los miembros no habían sentido aún toda la violencia de la persecución. Sin embargo, esos cristianos sin duda conocían la persecución que ya había azotado otros lugares y tuvieron que haber pensado en que les sobrevendrían dificultades futuras. Eso está implícito en la forma del verbo “temer”: indica que ya estaban temerosos. Cristo los consuela con la seguridad de que a pesar de las sombrías perspectivas de persecución no tenían por qué tener temor. Ver Mat_5:10-12.

Probados.
O “sometidos a prueba”. Satanás los sometería a persecución para obligarlos a renunciar a su fe. Dios permitiría la persecución como un medio de fortalecer y probar la sinceridad de su fe. Aunque Satanás ruja contra la iglesia, la mano de Dios cumple su propósito. Ver Jam_1:2; Rev_2:9.

El emperador Trajano (98-117 d. C.) decretó la primera política oficial romana contra el cristianismo. En la famosa carta 97, dirigida a Plinio el joven, su gobernador en Bitinia y Ponto en Asia Menor, Trajano trazó un procedimiento para tratar a los cristianos, que eran en ese tiempo una sociedad religiosa ilegal. Ordenó que los funcionarios romanos no habían de buscar a los cristianos, pero que si los que eran traídos ante ellos por otros delitos resultaban ser cristianos, debían ser ejecutados a menos que renegasen de su fe. Este edicto, aunque estuvo lejos de ser puesto en vigor uniformemente, permaneció como ley hasta que Constantino promulgó su edicto de tolerancia en 313 d. C.


Los cristianos estuvieron pues constantemente sujetos durante dos siglos a la posibilidad de ser súbitamente arrestados y ejecutados a causa de su fe. Su bienestar dependía en gran medida del favor de sus vecinos paganos y judíos, quienes podían dejarlos en paz o acusarlos ante las autoridades. Esto podría denominarse persecución permitida. El emperador no tomaba la iniciativa de perseguir a los cristianos, pero permitía que sus representantes y las autoridades locales tomasen dichas medidas contra los cristianos si lo creían conveniente. Esta política dejaba a los cristianos a merced de los diversos funcionarios locales bajo los cuales vivían. Los cristianos fueron atacados especialmente en tiempos de hambrunas, terremotos, tormentas y otras catástrofes, pues sus vecinos paganos creían que habían atraído la ira divina sobre todo el país porque se negaban a adorar a sus dioses.
Sin embargo, a veces el gobierno romano llevó a cabo persecuciones agresivas contra la iglesia (ver com. Rev_2:9). Los romanos observadores veían que el cristianismo crecía sin cesar en extensión y en influencia por todo el imperio, y que era fundamentalmente incompatible con el modo de vida romano. Se dieron cuenta de que con el tiempo destruiría el modo de vida romano. Por lo tanto, los emperadores más capaces fueron los que a menudo persiguieron a la iglesia, mientras que los que descuidaban sus responsabilidades generalmente estuvieron dispuestos a no molestarles.
La primera persecución general y sistemática contra la iglesia fue emprendida por el emperador Decio, cuyo edicto imperial del año 250 tenía el propósito de suprimir totalmente el cristianismo mediante torturas, muerte y confiscación de propiedades. La ocasión de este decreto fue la celebración de los mil años de la fundación de Roma que se habían cumplido unos tres años antes, época en que se vio más claramente la decadencia del imperio en comparación con las glorias del pasado. El cristianismo llegó a ser la víctima o chivo expiatorio, y se decidió raer la iglesia presumiblemente para salvar el imperio. Esta política decayó con la muerte de Decio en el año 251 d. C., pero resurgió con Valeriano poco tiempo después. Con la muerte de éste decayó nuevamente, y no fue hasta el reinado de Diocleciano cuando la iglesia se vio frente a otra crisis mayor .


Diez días.
Esta expresión ha sido interpretada de dos maneras. Aplicando el principio de día por año para computar los lapsos proféticos (ver com. Dan_7:25), como un período de diez años literales, el cual se ha aplicado al período de la implacable persecución imperial de 303-313 d. C. Diocleciano y su cogobernante y sucesor, Galerio, dirigieron en esa década la más encarnizada campaña de aniquilamiento que el cristianismo jamás sufriera a manos de la Roma pagana. Creían, como sus predecesores Decio y Valeriano, que el cristianismo había crecido tanto en Poder y popularidad dentro del imperio, que a menos que fuese rápidamente exterminado, dejaría de existir el modo tradicional de vida romano y el imperio se desintegraría. Por eso iniciaron una política destinada a exterminar a la iglesia. El primer decreto de Diocleciano contra los cristianos fue promulgado en el año 303; éste prohibía la práctica del cristianismo en todo el imperio.
La persecución comenzó dentro del ejército y se extendió por todo el imperio. Las autoridades romanas concentraron su crueldad en los clérigos cristianos, pues creían que si se destruía a los pastores, la grey sería dispersada. Los horrores de esta persecución son descritos vívidamente por el historiador eclesiástico Teodoreto (Historia eclesiástica i. 6), quien describe la reunión de los obispos de la iglesia en el Concilio de Nicea varios años después del fin de la persecución (325 d. C.). Algunos asistieron sin ojos, otros sin brazos porque les habían sido arrancados, otros con el cuerpo terriblemente mutilado en diferentes formas. Por supuesto, muchos no sobrevivieron a este sombrío tiempo de aflicción. En el año 313, unos diez años después del comienzo de estas persecuciones, Constantino promulgó un decreto que concedía a los cristianos plena libertad para practicar su religión.
Pero otros piensan que no es del todo seguro que los “diez días” representen un tiempo profético, y lo explican así: “lo que va a padecer”, “el diablo”, “la cárcel” y “la muerte” sin duda son literales, por lo tanto, es natural esperar que los “diez días” también fueran literales. En este caso el número “diez” podría considerarse como un número global, como sucede muy a menudo en las Escrituras (Ecc_7:19; Isa_5:10; Dan_1:20; Amo_6:9; Hag_2:16; Zec_8:23; Mat_25:1, Mat_25:28; Luk_15:8; etc.; cf. Mishnah Aboth 5. 1-9). “Diez días” representarían, como número redondo, un breve período de persecución como la que sin duda sufrió la iglesia de Esmirna en los tiempos apostólicos. Estaría completamente de acuerdo con sólidos principios de interpretación profético (ver com. Deu_18:15) que los “diez días” tuviesen una interpretación literal respecto a la situación histórica inmediata de Esmirna y una aplicación figurada al período representado por esta iglesia (ver com. Rev_1:11; Rev_2:1, Rev_2:8).

Sé fiel.
La flexión del verbo se traduce mejor “continúa siendo fiel”. Esmirna demostró que era una iglesia fiel.
Hasta la muerte. O “incluso en la muerte”.

Corona.
Gr. stéfanos, “diadema” o “guirnalda de victoria”, no una diadema de autoridad. Esta palabra describía las guirnaldas que se daban a los vencedores de los juegos griegos. Es un símbolo de la recompensa que se dará al vencedor en la lucha con Satanás.

De la vida.
La frase “corona de la vida” probablemente se traduciría mejor con el sentido “la corona que es vida”. Esta corona es la evidencia de la victoria sobre el diablo y la “tribulación” que él ha causado. Cf. 2Ti_4:8.

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