El jinete del caballo blanco

Ministerio LD

Casi todo el mundo ha oído hablar de los «cuatro jinetes del Apocalipsis».
La mayor parte de la gente cree que representan epidemias, hambres y guerras.
y así es; pero no todos ellos. No el que cabalga en un caballo blanco. Ese es diferente.

Los cuatro jinetes y sus caballos. Uno a la vez, Jesús abrió cada uno de los cuatro primeros sellos. Al hacerlo, uno de los seres ubicados cerca del trono de Dios dijo con voz de trueno: «Sal».
La participación de estos seres nos impresiona. Están preocupados por nuestro bienestar.
En respuesta a su invitación, cuatro jinetes, los cuatro del Apocalipsis. aparecieron galopando, uno a la vez. Cada uno cabalgaba un caballo de diferente color.
Cuando Jesús abrió el primer sello, apareció un caballo «blanco». «El que lo montaba tenia un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor para seguir venciendo» (Apocalipsis 6: 2). Cuando Jesús abrió el segundo sello. el caballo que apareció era «rojo». «Al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande».

El caballo del tercer sello era «negro». «El que lo montaba tenía en la mano una balanza, y oí como una voz en medio de los cuatro Seres que decía: ‘Un litro de trigo por un denario, tres litros de cebada por un denario. Pero no causes daño al aceite y al vino’ » (versículos 5-7).
El cuarto caballo era «verdoso». La versión Reina- Valera dice: amarillo».
La versión francesa de Louis Segond dice: Pale, «pálido». Nueva versión estándar norteamericana dice: ashen, «color ceniza». El nombre de su jinete era «Muerte» y el «Hades» (la morada de los muertos) le seguía.
En conjunto, a estos tres temibles jinetes se les dio «poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, con la peste y con las fieras de la tierra» (versículos 7, 8).
Algunos caballos con colores similares aparecen en dos grupos en la profecía de Zacarías. En Zacarías, capítulo 1, aparecen dos caballos rojos, pero ninguno negro. En Zacarías 6 encontramos a lo menos ocho caballos, que aparecen en diferente orden: rojos, negros, blancos y «tordos» (mezcla de negro y blanco), todos
ellos unidos a carros. Su tarea consiste en «recorrer la tierra». No tienen jinetes.
Evidentemente no son los cuatro caballos del Apocalipsis.

CRISTO ESCUDA A SU PUEBLO AFLIGIDO

En este último libro el jinete del caballo rojo recibe una «espada» y se le permite «quitar de la tierra la paz» e inducir a la gente «para que se degollaran unos a otros». Evidentemente, éste es un símbolo de violencia y guerra.
El hombre del caballo negro, que pesa alimentos a precio fijo, representa escasez y hambre. El «trigo», la «cebada», el «aceite» y el «vino» eran alimentos básicos en la antiguedad. La cebada, más fácil de cultivar que el trigo y que no tenía
tanta aceptación, se vendía a precio menor y era especialmente importante para los pobres en ciertas zonas. El aceite era esencial para hacer pan. El vino parecía más saludable que el agua proveniente de antiguas cisternas y de ríos y arroyos contaminados. Los precios máximos a menudo eran establecidos por la ley, especialmente cuando había escasez. Los panaderos que se excedían en el precio en esas épocas corrían el riesgo de ser severamente castigados.

Las Escrituras identifican al cuarto jinete como la «Muerte». La tumba, es decir, el «Hades», la morada de los muertos, lo acompañaba como un fatídico fantasma, siempre presente.
En resumen, San Juan nos dice que los jinetes de los caballos rojo, negro y pálido estaban horrorosamente equipados para proseguir su carrera mortal con «espada», «hambre», «pestilencia» y «las fieras de la tierra».
A primera vista, no parece que hubiera mucho de nuevo en todo esto. Trágicamente, hace mucho que se reconoce que las guerras y hambres y epidemias son clásicos azotes de la humanidad.


En el Sermón profético Jesús dijo que se oiría hablar de «guerras y de rumores de guerras»; habló también de «hambre» y de «terremotos» «en diversos lugares», y que todo ello no se limitaría al fin del mundo (S. Mateo 24: 6, 7). Habría
que considerarlas como calamidades normales a lo largo de la historia.

Cómo vencer a los tres jinetes malignos.

Pero evidentemente las guerras, las crisis económicas y las epidemias no necesitaban ser normales, a lo menos no para
todos. Allá en Levítico 26, poco después de la salida de Israel de Egipto, Dios prometió a los israelitas por medio de Moisés que si permanecían fieles a sus enseñanzas y si guardaban sus mandamientos, El se responsabilizaría de que siguieran siendo prósperos, y gozaran de salud y de paz. En otras palabras, El los escudaría de las incursiones de los tres jinetes malignos. Examinemos detenidamente su promesa:

Guardaréis mis sábados, y respetaréis mi santuario.
Yo, Yahvéh.
Si camináis según mis preceptos
y guardáis mis mandamientos, poniéndolos en práctica,
os enviaré las lluvias a su tiempo…
Comeréis vuestro pan hasta saciaros…
Yo daré paz a la tierra. . .
Perseguiréis a vuestros enemigos…
Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios,
y vosotros seréis para mí un pueblo.
Levítico 26: 2-12.

Pero si, por su parte, Israel pasaba por alto los mandamientos de Dios y seguía un estilo de vida semejante al de los incrédulos, Moisés les advirtió que sufrirían los mismos pesares de éstos. En otras palabras, Dios no dispondría de base
alguna para escudarlos de los jinetes malignos. Las enfermedades empeorarían y se convertirían en epidemias, la escasez se acentuada y se transformaría en hambre, y la derrota aumentada hasta llegar a ser devastación total. (Véase Levítico 26: 14-33.)

El jinete del caballo blanco.

Volvemos entonces al jinete del caballo blanco.
¿Quién es este misterioso caballero y que significa el color «blanco»?
George Eldon Ladd ha señalado que en el Apocalipsis el blanco siempre es un símbolo de Cristo, o de algo relacionado con Cristo, o de victoria espiritual. Por eso el Cristo glorificado tiene una cabellera blanca como la lana (1: 14); los fieles recibirán una piedrecita blanca con un nombre nuevo escrito en ella (2: 17); van a usar ropas blancas (3: 4, 5, 18); los 24 ancianos están vestidos de blanco (4: 4); a los mártires se les dan ropas blancas (6: 11) como asimismo a los de la
gran multitud (7: 9, 13); al Hijo del hombre se lo ve sobre una nube blanca (14: 14); regresa montado en un caballo blanco, acompañado de los ejércitos celestiales vestidos de blanco y que cabalgan caballos blancos (19: 11, 14); en el juicio final, vemos a Dios sentado en un trono blanco (20: 11). De manera que el blanco es el color de Cristo y su justicia.


Entonces, ¿es Jesucristo el primer jinete? En Apocalipsis 19, tal como Ladd lo destaca más arriba, Jesús indiscutiblemente aparece cabalgando en un caballo blanco. Se lo presenta expresamente como Rey de reyes y Señor de señores, y como la Palabra de Dios. (Véase Apocalipsis 19: 11-16.) En S. Juan 1: 1-3, «Palabra de Dios» es un nombre de Jesús. En Apocalipsis 19 Jesús tiene un arma y «combate», en forma muy similar al jinete del caballo blanco del primer sello.

Al volver a leer los pasajes, no parece posible, después de todo, que este jinete del primer sello sea realmente Jesús. El es el Cordero que abre el sello; no parece lógico que esté simbolizado por el jinete del sello. De cualquier modo, los otros jinetes tampoco son personas reales. La «Muerte» y el «Hades» ciertamente no son personas.
A pesar de todo, la gran semejanza que existe con el jinete de Apocalipsis 19 debe de ser intencional. Así como los otros tres jinetes de los sello~ representan conceptos: guerra, escasez y muerte, éste también debe de representar un concepto, el concepto que representa a Jesús. Este concepto es, por supuesto, la verdadera religión de las Escrituras, o más definidamente, el verdadero cristianismo. El jinete del caballo blanco está relacionado con los otros algo así como el día está relacionado con la noche. Al ofrecer paz interior y el pan de vida, el verdadero cristianismo es lo opuesto de la guerra, la escasez y la muerte. Antes de su ascensión Jesús comisionó a sus seguidores que fueran a todo el mundo y que predicaran el Evangelio, el mensaje del verdadero cristianismo. (Véase S. Mateo 28: 18-20.) Les prometió estar con ellos, no literalmente, por cierto, porque El estaría en el cielo. Los acompañaría mediante su representante, el Espíritu Santo.

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